domingo, 20 de mayo de 2007

Como Pedro por su casa

Hay personajes, incluso personas, que se han quedado a vivir en la lengua. Es un modo –y nada despreciable- de inmortalidad. Como los Tres Cerditos, unos han hecho una choza de paja, que no resistirá el paso del viento de los años y las modas; otros han construido una de madera, que aguanta a duras penas los embites del presente y que se ha hecho fuerte sólo en la frágil memoria de los viejos; y otros por fin se han empleado a fondo en construir su casita de piedra, con fuertes cimientos y amplias estancias, que no sólo aguanta el peso de los años, sino que, como el buen vino, con ellos gana en prestancia y en valor. Algunas de estas personas salen de la literatura para vivir también en la lengua (Celestina, Lazarillo, Quijote, don Juan... dejan sus respectivas casas y se echan al monte común); otras existieron realmente, aunque ahora sólo sean una frase para la mayoría (“Saber más que Lepe”, por la fama de sabio que tuvo Pedro de Lepe, obispo de Calahorra en el siglo XV, o “Rita la Cantaora”); otras todavía se recuerdan (Calleja, Machín), otras pertenecen a la cultura popular del siglo XX (“tener menos trabajo que el sastre de Tarzán”,”estar más calvo o tener menos pelo que Míster Propper”), y otras son puro folklore lingüístico (Pero Grullo, Juan Lanas, Maricastaña, etc.).


  1. Abundio. Más tonto que Abundio
    El pobre Abundio, encima de llevar la cruz de ese nombre tan poco favorecedor, debió de ser bastante simple, pues cuentan de él cosas como éstas: - Eres más tonto que Abundio, que echó una carrera él solo y se quedo segundo, o que se fue a vendimiar y se llevó uvas de postre, o que vendió el coche para comprar gasolina, o que vendió la casa para comprar los muebles, o que vendió la vaca para comprar leche, o que se cayó de espaldas y se rompió la nariz...
  2. Andrés. Por el interés te quiero, Andrés
    Pobre Andrés. O, bueno, mejor dicho: de pobre, nada. Sólo debió de faltarle en esta vida el amor verdadero y desinteresado; porque, si es verdad lo que dice la lengua, todo el mundo debió de querer mucho sus dineros o su poder. Pobre Andrés, que no sabemos que tuviera otros valores o habilidades. Decimos esta frase cuando sospechamos que las buenas palabras o acciones de alguien hacia otra persona (o hacia nosotros mismos), no nacen de la sinceridad, sino del interés: “-Sí, ya: por el interés te quiero Andrés. Si no tuviera los millones que tiene, ¿crees tú que lo seguiría aguantando?”
  3. Blas. Lo dijo Blas, punto redondo
    Parece que este nombre propio masculino, de rotundo monosílabo, suena como el martillo del juez al dictar la sentencia: punto final. “Lo dijo Blas, punto redondo” se dice cuando alguien se empeña en decir la última palabra, una sentencia lapidaria contra la que no cabe argumento. Parece que este Blas, además de ser así de categórico, es también pelín egoísta: Adiós Blas, ya has comido ya te vas.
  4. Calleja. Más cuento que Calleja
    El dicho nació de la figura histórica de don Saturnino Calleja Fernández (1855-1915), conocido editor y escritor español, cuyas colecciones de cuentos infantiles le dieron una inmensa fama en el mundo hispánico. “Tiene más cuento que Calleja” se dice de alguien que pretende embaucarnos con sus bellas palabras más que con sus acciones, de alguien que presume de lo que no puede sostener con evidencias.
  5. Carracuca. Más viejo que Carracuca
    Carracuca es un personaje que sirve para comparar cualquier cosa: más listo que Carracuca, más perdío que Carracuca, más feo que Carracuca. Sin embargo, en algún ancestro debe de emparentar con Matusalén, o quizás sea su apócrifo competidor; porque si hay una frase popular en la que él aparezca, ésta es “Más viejo que Carracuca” o “Más años que Carracuca”.
  6. Ciruela. El maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela
    El mundo moderno abunda en maestros Ciruela. Se dice de los que, sin llegar siquiera a la categoría de aficionados, se las dan de maestros de maestros: “-Ten cuidado: Juan con los ordenadores es como el maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela”.
  7. Machín. Más zumbado que las maracas de Machín
    De quien está un poco loco o tiene un comportamiento incomprensible se dice que está “más sonado (o zumbado) que las maracas de Machín”. Antonio Machín (1903-1977) fue un cantante cubano de muchísimo éxito en la España de los 50 y los 60, que actuaba siempre sonando sus maracas.
  8. Maricastaña. Del tiempo de Maricastaña
    Quizás Maricastaña fuera un amor juvenil de Carracuca, pues con ella se alude a lo que queda remoto en el tiempo: “Un peinado del tiempo de Maricastaña”, “Un traje del tiempo de Maricastaña”. Y quién sabe, quizás por ella rabió el Rey que Rabió, aquél que reinó en el tiempo del Rey que Rabió.
  9. La Pepa. ¡Viva la Pepa!
    En este caso, el origen de la Pepa no es ninguna persona, ni real ni inventada. El dicho nace de una circunstancia histórica: el rey Fernando VII, en el siglo XIX, prohibió mencionar la Constitución de 1812, promulgada por las Cortes de Cádiz el día de San José de aquel año. Por eso, para no mencionarla, se aludía a ella por el día de su santo: “la Pepa”; y para no decir: “¡Viva la Constitución!”, los liberales perseguidos decían: “¡Viva la Pepa!”. Con la trágica historia española de los dos siglos siguientes, “¡Viva la Pepa!” quedó como sinónimo de alboroto y desorden; por eso se oye decir: “-Vosotros los jóvenes os creéis que todo es diversión y Viva la Pepa”; “-Pues su hijo mayor es un Viva la Pepa: ni tiene trabajo, ni lo busca, ni lo quiere”.
  10. Juan Lanas
    A este personaje le tengo mucho cariño, porque así llamaban por mote a un abuelo mío, que tenía ovejas y por lo visto era muy rubio (aunque mirándome a mí nadie lo crea). Sin embargo, el valor que tiene en español es otro: Ser un Juan Lanas es ser un tonto a quien es fácil engañar, un bobo que acaba haciendo lo que nadie quiere hacer.
  11. Juan Palomo. Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como
    Se dice de quien hace su vida y no quiere cuentas con nadie: “-Yo, en mi trabajo, como Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como”.
  12. Rita la Cantaora . ¡Que te aguante Rita!
    Utilizamos a la pobre Rita para enfatizar una negativa: “-¡No puedo más! ¡Que te aguante Rita!” o “-Eso lo va a hacer Rita la Cantaora. Yo, desde luego, no pienso hacerlo”. A Rita encomendamos los trabajos más insoportables, y nadie sabe por qué a ella, precisamente. Porque, aunque casi nadie lo sepa, existió en realidad; se llamaba Rita Giménez García (1859-1937), y fue una famosa cantaora flamenca.
  13. Pedro. Como Pedro por su casa
    Este Pedro fue sin duda un caradura del que la Historia no nos ha dejado constancia. Esté donde esté, se toma confianzas que no debe, y anda como Pedro por su casa. En ocasiones es simplemente un chico listo al que no asustan las novedades: “-Es la primera vez que viene a Madrid, y, sin embargo, se maneja como Pedro por su casa”.
  14. Perico el de los Palotes
    Significa simplemente “uno cualquiera” o “un don Nadie”: “-Me da igual que te lo diga mengano, fulano o Perico (el de) los Palotes”
  15. Picio. Más feo que Picio
    Dicen los libros que se ocupan de él que era tan feo tan feo que, cuando estaba a punto de morir, el cura, para no asustarse, le dio la unción con una caña. Otros dicen que fue un zapatero, bastante feo ya de por sí, que, cuando estaba a punto de ser ajusticiado por un asesinato, recibió un indulto y, de la impresión, perdió el pelo y se le deformó la cara.

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